El Asesino Chirigotero

Era un asesino con un punto gracioso. Ya sabéis, mataba, claro, pero no podías evitar sonreír con sus ocurrencias. A veces era del todo imposible contener una carcajada más de unos segundos. Qué hombre... el arma todavía estaba caliente, la sangre fresca y tú temblabas porque podrías ser su próximo objetivo, y el tío te salía con un comentario que te sacaba de la situación... no sé cómo explicarlo, pero si en ese momento decidía matarte la policía encontraría tu cadáver con una cara de cachondeo completamente improcedente.

La policía lo llamaba el "Asesino Chirigotero" porque siempre dejaba un pito de carnaval junto a sus víctimas. Cada vez de un color. Así era él. Un puntazo de tío. Una vez, mucho antes de que lo cogieran, se cargó a unas monjas que paseaban tranquilamente por la calle porque, como dijo en el juicio, "trataban de ridiculizar, sin éxito, la maravillosa actuación de Michael Keaton en Batman y Batman Vuelve, piripipiiiiii (esto lo hacía con su pito chirigotero)". El jurado no le rio la broma, dijeron los periódicos, pero sé de buena tinta que alguna media sonrisa se dejó ver en alguno de los presentes.

Desde que entró en prisión, su mito no hizo más que crecer. A los pocos meses se publicó un libro con sus crímenes, "Morir con gracia: historia de un asesino". Luego salió el comic, el muñeco articulado y la película, "The funny gaditan killer", protagonizada por Fernando Tejero y dirigida por Almodóvar, y que fue todo un éxito.

Por delante le quedan muchos años de cárcel. Eso sí, sus fans seguiremos siéndole fieles. El mes que viene organizamos, y estáis invitados, el V Encuentro de Chirigotas "Funny Killer" en Cádiz. ¡Pasaos por allí!

Shock navideño

25 de diciembre, 8.00 am

Millones de niños en el mundo saltan de la cama en busca de sus regalos. Algunos ni han podido dormir pensando en la rechoncha figura de Papá Noel dejando los paquetes bajo el árbol. Corren como posesos imaginando mil posibles sorpresas... menos la real, la auténtica sorpresa: Papá Noel no ha pasado por su casa.

25 de diciembre, 9:00 am

Después de los llantos, los gritos, los padres que se despiertan y ven aquello, vienen las respuestas. La noticia sale en televisión. Todas las familias prestan atención al locutor, sentados en sus sofás, todavía en pijama, todavía con lágrimas en los ojos.

"Lamentamos confirmar a nuestros espectadores la terrible noticia que nos ha conmovido a todos hoy. Papá Noel... ha muerto. Las circunstancias aún no se conocen del todo. La policía ha abierto una investigación, pero podemos adelantarles, basándonos en fuentes fidedignas, que al parecer el bonachón Noel andaba metido en negocios poco claros que han podido ser la causa de su muerte. Un detalle que acabamos de conocer nos hace creer que sus asesinos pertenecen a la mafia italiana, y es que, por duro que sea oírlo, su cuerpo ha sido hallado en el fondo del río Hudson con los pies aprisonados en cemento rápido."

25 de diciembre, 12.00 am

Los niños preguntan a sus padres y éstos no saben qué decirles. Cómo explicar a un niño algo así. No existe forma posible de... Papá, mamá, qué ha pasado... Ante esta situación traumática para los niños del mundo, las autoridades ha recordado a la población la posibilidad de recurrir a los servicios de los Reyes Magos. Inmediatamente millones de emails y cartas han sido remitidas a sus majestades de Oriente. Los niños, aunque todavía descolocados por la situación, han visto con buenos ojos este giro de los acontecimientos y algunos ya se han comprado coronas de plástico y barbas de rey mago. Los Reyes Magos, por su parte, han lamentado la muerte de su competidor navideño y agradecido a la gente se haya acordado de ellos, aunque por tan terrible razón. En su comunicado declaran querer estar a la altura de las circunstancias y cumplir con su cometido a pesar del poco tiempo del que disponen para prepararlo todo.

Gato apestoso

Sara está reseca mientra toca la guitarra. A Abril le preocupa un montón, sí tío. Pero que yo no estoy reseca, dice Sara. Jl dice que Sara está triste y que la cuidemos. Pero un triste bien, no mal, jaja. Gilipollas. Sara, nos tocas algo. Voy. Y Sara se arranca con un punteo de máxima dificutad. Dejadme, que es mi primer día, dice Sara. Pum, pam, pim, pam, suena la guitarra. Cuántos años tiene tu guitarra. Más que el hambre. La mía tiene una muesca. Pim, pam, pum, dice Sara con la guitarra. Os acordáis o no, de los numericos que venían en las cintas de grabar, los cassettes, venían numericos con pegatinas, y yo me los pegaba en los trastes para saber... Pim, pam, pum, dice Sara con los dedos, y se ríe, porque acaba de componer un hit. Ja, ja, ja. Pim, pim, pam. Abril critica a Sara. No sabes, no sabes, suena mal porque pones el dedo mal. Se ríen, pero Sara odia Abril por meterse con ella. El Barça ha perdido y hemos hecho una ecuación: ojete. Sara sigue con su melodía, pim, pam, pum, estamos hartos de su canción. Abril habla en inglés de su pueblo que no entiende ni su puta madre. Sara improvisa por agudos: pim, pim, pim. Está que se sale. Mañana, concierto en Libertad 8. No vayáis, por favor. Sara está muy verde, es guitarreo gutural. Pim, pim. Abril exige a Sara que toque algo comprensible. Sara pasa. Canta Gato apestoso... la cantamos.

El regalo

El coche seguía allí cuando aquella noche volvió con su hermano Lucas. Era un ford fiesta morado, viejo como el mundo. Mira, cani, le dijo al chaval, aquí está tu regalo. El niño miró el coche con los ojos como platos. ¿Es... es para mí?, dijo el niño, tiritando y soltando una vaharada. Rober le había prometido una sorpresa por su decimocuarto cumpleaños y allí la tenía: un coche todo para él. El mayor de los hermanos se acercó a la puerta del conductor y hábilmente forzó la cerradura. Abrió la puerta y señaló el interior invitando así a entrar a Lucas. Allí dentro olía a tabaco, a campo y a frío invierno. El pequeño agarró el volante y lo movió a un lado y a otro, como si así el coche se tuviera que dar por enterado de que tenía que arrancar. Aparta, dijo Rober haciéndose sitio en el asiento del conductor. Acercó el asiento al volante, metió las manos bajo el volante y de un tiró arrancó una tapa de plástico. Entonces sacó unos cables y tras unos chasquidos el motor del coche respondió con un rugido tuberculoso. Todo tuyo, nen, dijo sonriendo, y se cambió con Lucas para que éste se hiciera con el volante. ¿Sabes cómo va, verdad?, preguntó sabiendo ya la respuesta, sí sí, Rober, respondió el cumpleañero, que metió primera, y aquello echó a andar.

'Hasta los huevos' navideño

Del señor gordo de barba que parece trepar hasta la ventana de mi vecino
Del frío, del calor, del frío, del calor, de estornudar, toser y moquear
De los calcetines insuficientes,
Del autobús azul que te lleva a ver las luces,
Hasta los huevos estoy.

De las noticias de la tele:
"El turrón más guay,
El juguete más chungo,
La dieta navideña para no explotar,
El mensaje del rey,
La capa de Ramón García,
La promoción del móvil".
Hasta los huevos estoy.

De los perfumes, para hombre, para mujer, para todiós,
De la lotería, que toca seguuuro,
De las muñecas Bratz,
De Baltasar (y de Melchor y de Gaspar también, para que no me llamen racista),
Hasta los huevos estoy.

De este blog.
Hasta los huevos estoy.

En el asfalto

El cielo abajo y el asfalto arriba. Abajo el cielo, bajo los pies, limpio de nubes y casi infinito. Un pájaro vuela a lo lejos, encabezando una bandada. Agarro con fuerza el asfalto, respiro intensamente y lleno mis pulmones de ceniza. Creo oír una voz, como otras veces, y como otras veces, como todas las veces, es mi propia voz en un susurro que sólo yo puedo oír. Quiero callar pero ni de eso soy capaz. Vuelvo a mirar abajo. Un avión pasa con su ruido ensordecedor y por unos segundos dejo de oírme, y eso me hace sonreír. Hundo los dedos en el asfalto, duro y blando, y sigo esperando.

Me he dormido, como pasa algunas veces. Me miro las manos, que ya casi no tocan el asfalto, sólo las puntas de los dedos me mantienen. Doy un tirón y las vuelvo a hundir, hasta la muñeca esta vez. Aguantarán un rato hasta el siguiente tirón. Va a llover.

730 días

11 del 12 de 2005
+ 11 del 12 de 2006
+ 11 del 12 de 2007
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Première

Sobre el escenario un hombre con una sierra mecánica Hud-son modelo Oscar de 18 pulgadas, roja. Viste, el hombre, una falda escocesa y una camiseta del Rayo Vallecano. Sujeta la sierra con la mano derecha y lentamente lleva el dedo índice de la izquierda al botón de encendido. Al momento, las cuchillas de la sierra empiezan a moverse y un ruido ensordecedor llena la sala. Algunos entre el público se levantan de sus asientos y se van. El resto mira fijamente al hombre de la sierra y espera. Un señor calvo se ha quedado dormido en la tercera fila. El hombre del escenario deja la sierra mecánica encendida sobre una especia de portasierrasmecánicas que hay a su lado y se quita la camiseta. Su pecho queda al descubierto. Tiene algunos pelillos y una cicatriz de cuando le quitaron el apéndice. Diez o quince personas se levantan y se van. Quedan otras tantas y el hombre dormido, que sigue dormido. El hombre del escenario vuelve a coger la sierra mecánica y se la lleva a la pierna. El ruido se hace más desagradable cuando la sierra amputa la pierna izquierda del hombre. La sangre salpica en todas direcciones y el hombre se mantiene a pata coja mientras grita de dolor. Sus gritos se mezclan con los del público que se va corriendo a excepción de tres personas y del señor dormido. Los tres supervivientes aplauden enfervorecidamente. El hombre agradece con gestos el aplauso de sus tres fieles seguidores, que resultan ser su madre, su padre y su hermano pequeño. El hombre dormido resulta estar muerto.

Otra vez?

Cuando todo acabó a Martín se le ocurrió que podríamos empezar otra vez, con eso de las cuevas, la caza, el cultivo, la artesanía y las pinturas rupestres, tener una numerosa prole, inventar nuestro propio idioma lleno de gruñidos y tirones de pelo, enfrentarnos a otras tribus por el dominio de la tierra, crear aldeas y luego ciudades, intercambiar productos y luego usar dinero, dominarnos los unos a los otros y avanzar en la ciencia hasta convertirnos en una civilización acomodada lastrada por la religión, la ambición y los prejuicios. A los demás nos pareció una tontería, y seguimos tumbados al sol.

Fin de la huelga

Al haberse solucionado la incidencia en blogger sobre el asunto lingüístico anteriormente mencionado y tras certificar el acuerdo unánime del comité sindical (formado por una sola persona, esto es, yo), procedo a finalizar la huelga: la veda lapera queda nuevamente abierta.

Hala... a darle al tema.

En huelga

No sé por qué, pero el menú de mi blogger se ha puesto en inglés y ahora no lo entiendo, así es que dejaré de lapear hasta que todo vuelva a la normalidad en protesta por el golpe reaccionario de este servidor de blogs contra mi identidad lingüística.

Hasta entonces, amigos,
y gracias por leerme.

Okr.

Leemos poco, mal

Fatal fatal fatal. Nos tienen ke benir a decir de fuera que aki no leemos ni na ni sabemos escrivir ni ostias. Lo niños na mas que jugar a la consola y hacerse pajillas. y ver la tele. Muy muy mal.

Las rocas hablan

Las rocas hablan. El otro día un amigo nos lo enseñó, aunque es cierto que algunos al principio no prestamos demasiada atención. Quizá en ese momento nos importaba poco si la roca nos hablaba o si decidía convertirse en un sandwich gigante de tomate, lechuga y pepinillo y ponerse a bailar una mazurca. No obstante, pusimos la oreja bien pegada a la roca siguiendo las precisas instrucciones de nuestro gurú. La roca fría y mohosa sobre la oreja caliente y roja. Casi quemaba.

Al principio la roca no dijo nada. Más tarde pensé que sí que estaba hablando pero que no podíamos oírla por el ruido de nuestras respiraciones agitadas, por el roce de la oreja sobre la superficie, por los comentarios que unos y otros hacían mientras la roca intentaba hacerse entender. Cuando nos fuimos callando, cuando nuestra respiración se relajó y pudimos concentrarnos en la roca, la escuchamos.

"Soy una roca, soy una roca, soy una roca, soy una roca... si tuviera piernas os patearía y saldría corriendo... si tuviera manos os aplastaría contra mis hermanas rocas... soy una roca, soy una roca, inerte, ciega, sorda y muda, y si me estáis oyendo es que habéis chupado las bolitas esas que hay en aquel arbusto que parece enebro pero que de enebro no tiene nada sino que es una rara variedad de, pum pum pum, ya ya, luuucy in the skyyyyy, y qué colores más bonitos tiene esa flor, ¿verdad?".

Una jornada laboral

Este lapo no está basado en hechos reales. Nada como esto podría suceder en ningún sitio a no ser que alguien repartiera sustancias alucinógenas a cascoporro con fines bromistas.

Mi diario
(no escribo un diario, pero lo sucedido hoy merece que al menos lo intente, aunque este sea mi primera y última entrada)

9:00 - Llego a la oficina. Es una plataforma de atención al cliente (ellos dicen customer service). Como está previsto a las 9 comienza la segunda jornada de un curso de formación que algunos vamos a recibir urante una semana con la idea de cambiar de departamento (de front office a back office, así los llaman ellos). Firmo (siempre firmamos nuestra llegada) y me dirijo al aula de formación. Allí descubro que estoy solo. Espero.

9:15 - Llegan otros grupos con otros formadores que están en otros cursos. Al rato llegan mis compañeros de curso y la formadora. 'No tenemos aula', nos dice la formadora ,'y quizá el curso se suspenda'. Todos sospechamos que es por el volumen de llamadas. Nos necesitarán para trabajar en el front, pero como tenemos confirmación, nos vamos a una sala a continuar con el curso hasta nueva orden.

9:26 - El jefe de servicio aparece en la sala y ya imaginamos cuál será orden. 'Es necesario suspender el curso, veremos cómo lo continuamos, pero os necesitamos abajo'. Nos levantamos y vamos a nuestro puesto de trabajo.

9:45 - He abierto todas mis aplicaciones y me dispongo a atender a los clientes.

10:15 - Unas ocho llamadas después después un team leader (así lo llaman ellos, coordinadores, entre nosotros) viene y me dice que he de trabajar en back office. Perfecto. Dejo de coger llamadas y me llevan a otro ordenador donde vuelvo a abrir todas las aplicaciones. Me dan trabajo para hacer.

10:35 - El curso, nos dicen, se reanuda. Volvemos a la sala donde continuamos el curso.

11:15 - Cuando parece que todo va a continuar con normalidad el supervisor aparece para pedirnos que volvamos a nuestro puesto. A mí me vuelven a poner en back office. Cuando voy a trabajar el ordenador que había usado unos minutos antes en back office está apagado. Lo enciendo y vuelvo a abrir todas las aplicaciones para trabajar.

11:30 - Es mi hora de desayunar. Tengo veinte minutos.

11:50 - Vuelvo a back office.

12:10 - Coordinador me pide que haga de back-up (refuerzo, apoyo a coordinación, para resolver dudas por la sala).

12:20 - Me vuelven a poner en back office. Espero inquieto el momento de volver al curso, a coger llamadas, a ayudar a los compañeros, pero parece que todo se estabiliza. Por hoy.

15:00 - Me voy a mi casa, algo mareado y casi convencido de que todo ha sido un sueño.

El comienzo

El movimiento comenzó mucho antes de que la mayoría de la gente fuera consciente de ello, mucho antes de los carteles en las paredes, de las manifestaciones, las trifulcas con la policía y mucho antes de las primeras muertes. El movimento empezó en mi casa, sentados a la mesa, toda la familia, con el telediario a punto de dar el tiempo y mi hermano en silencio, con el tenedor en la mano pero sin querer llevarse nada a la boca porque ya no le entraba nada. Ahora lo pienso y me cuesta imaginármelo comiendo, porque desde entonces no tuvo mucho tiempo para sentarse ante un buen filete. El señor del tiempo empezó como siempre desde hacía años. Dedicó los primeros minutos a mostrar los daños del cambio climático. Familias desplazadas, especies desaparecidas, ancianos muertos por golpes de calor, pueblos costeros perdidos. Mi hermano no miraba la tele. No hablaba siquiera. Mi hermano sólo podía pensar en la revolución. Me di cuenta mucho tiempo después y ahora, cansado ya de pelear, puedo pararme a contarlo.

Esto pasa

Sentado en la acera jugaba a colar chapas de cerveza por la alcantarilla. Una, dos, tres. Todas dentro. Menos la cuarta. Algo vibró que me despistó. La chapa fue a dar en la pierna de la kioskera, que venía de tomarse el cafelito. La gente se detuvo. Dejó de andar, dejó de hablar. Todo temblaba. Todos coincidieron en la sencuencia de gestos: sorpresa, incompresión, miedo, pánico contenido. Entonces un millar de hormigas grandes como camiones pasaron en fila por delante de donde yo estaba y, para qué mentir, a todos se nos fue la olla un poco.

La vida en colores

Mi infancia fue en blanco y negro, como la de casi toda la gente de mi quinta. Puede parecer que con tanto gris no podría ser una buena niñez. Casi todos relacionamos la felicidad con el color. El negro, el blanco y el gris no nos provocan sonrisas, si acaso alguna cargada de nostalgia. Con el tiempo llegaron los colores... y no resultaron, no resultan, pienso ahora, ser tan excitantes.

El marrón
Cada día por lo menos uno me suele caer, blando, oloroso y humeante, cada marrón que se acomoda a mi lado como si yo fuera su hogar, y se queda, okupa, hasta que se cansa y se va por su propio pie, cuando ya me ha quemado, porque yo no puedo con él.

El amarillo
Después de una noche de excesos, de veneno diluido en coca-cola, de cóctel de música, humo y aliño liado, de alguna sorpresa encapsulada, llega el amarillo. Maldito sea, gualda traidor.

El verde
Así será el preludio a mi final. Verde, viejo verde, tras las niñas de falda a cuadros y jersey azul de colegio de monjas, mochila en la espalda y oscuro vello en el bigote.

El rojo
Rojo excitante para pintar las rojas banderas extremistas, rojo carmín de la mujer que promete pero no cumple, rojo sangre..., rojo prohibido.

El azul
Azul mar, sí, azul cielo, sí, azul del blues, triste y arrastrado blues que se agarra a la guitarra y que termina con los dedos perdidos entre las cuerdas y la cabeza en otra parte.

Granate y marrón


Ya veis. Uno en cada pie.

La vida encaja

En una caja de zapatos guardo una fotografía que no es mía. No lleva mi nombre, no la hice yo, seguro, ni siquiera es un recuerdo desleído. Quizá sea una foto robada, quizá encontrada, o regalada, o perdida, de un alguien sin nombre que ya ni siquiera recuerda haber sido fotografíado, que si se viera ahora por unos momentos ni reconocerse podría. Tanto tiempo ha pasado. Tantas cosas.

Unos peluches sobre la cama, un póster de Everything is illuminated, una mirada inocente que de inocente no tiene nada, y una postura provocativa; es un momento que se detiene y ahí queda, para siempre, para quien lo pueda ver, para quien lo recuerde. Habrá quien no lo pueda olvidar.

En una caja de zapatos guardo un montón de cosas del tiempo en que yo guardaba cosas en cajas de zapatos. Ahora la abro y la caja... ya no creo que sea mía.

¿Tanto tiempo...?

Mi tesis de hoy

"Van dos en una moto
y se cae el de en medio."

Mi tesis
Primero, que si hay dos, no hay en medio; y segundo, si se cae uno normalmente es el de atrás, o se caen todos, porque para que se caiga el que va en medio se tienen que dar unas condiciones tales que digo yo que no se suelen dar, porque si el de en medio se va a caer el de atrás digo yo que lo agarraría, en cuyo caso o no se cae o se caen los dos.

Claro que podemos analizar esta extravagante situación desde otros puntos de vista. Damos por hecho que esos dos que van en la moto son seres humanos. Es decir, pensamos que sus cuerpos son indivisibles (salvo castración, voluntaria o no, decapitación ejemplificante o cualquier amputación quirújica o accidental). Todos imaginamos a dos personas subidas en una moto, así es que en medio no puede haber nadie. A no ser que esos "dos" no sean dos seres humanos, sino formas desconocidas capaces de conducir una moto pero que por alguna razón pueden dividirse momentánea o definitivamente, de manera que en el momento mencionado uno de ellos, o los dos, han cedido materia para formar un tercer individuo, o cuasi-individuo, que se cae de la moto, posiblemente porque no estaba formado del todo o no sabe agarrarse, o ni siquiera sabe lo que es una moto, la velocidad, y el daño que se puede producir si se cae. Un completo inútil, aunque lo suficiente formado como para ser considerado uno. Veríamos entonces que en la historia se omite que aunque sea durante unas décimas de segundo ha habido tres seres sobre la moto. Lo sé, es difícil de creer, pero bueno, es una hipótesis. Ya habrá tiempo de hacer trabajo de campo y desmostrarla, si es posible. Si no, pues nada, cada uno a su casa y dios en la de todos, y tampoco nos vamos a enfadar por algo así ni nada.

Otra posibilidad es que en esa frase se esté hablando de dos situaciones distintas. Por un lado el hecho de que dos vayan en una moto, y por otro, que se caiga el de en medio. Pueden ser dos hechos sin relación aparente, tan solo la copulativa (y), como quien dice "Eran las cinco de la tarde y los pájaros piaban". Qué más da la hora que sea para que píe el pájaro. Pues bien, en nuestro caso sería algo parecido. Van dos en una moto... por un lado, y se cae el de en medio, por otro. La pregunta que nos hacemos en este momento es ¿quiénes son esos dos y qué se cae que está en medio de algo, y ese algo qué es? Mi respuesta que es que no hay respuesta. Nos falta información, aunque no debemos descartar la simbología que puede ocultar el enunciado. "Dos en una moto" puede simbolizar la unión entre los pueblos en el camino hacia la paz, o algo así, y "se cae el de en medio" podría ser el propio destino, que va sujeto entre los dos de la moto y que se cae, por falta de equilibrio en las fuerzas, o de simple interés, o porque es un destino correoso.

En fin, que parece una frase sencilla pero qué va, ya veis. Yo aquí sigo dándole vueltas y todavía no me queda nada claro, sobre todo lo de la moto. ¿De qué marca sería?

Deshojado

Algunas hojas siguen verdes tras mi ventana. Otras pierden su color original poco a poco y en unos días serán completamente marrones. Pasadas algunas semanas el árbol se pelará del todo. No digo nada nuevo si os explico que, según dicen los libros del cole, hay árboles de hoja caduca y de hoja perenne. Los de mi ventana son de hoja perenne. ¿Os extraña? Claro. Si sus hojas se ponen marrones y se caen no es posible que sean de hoja perenne. Han de ser de hoja caduca. Y tenéis razón, y no la tenéis. Yo pensaba como vosotros. Las cosas son como son, siempre, y así seguirán por los tiempos de los tiempos hasta que el sol se haga supernova y lo que quede vivo obre el planeta, si es que queda algo, se vaya al carajo. Así pensaba yo hasta hace un rato. Pero ahora me encuentro con esto. Mi árbol (mío en sentido figurado, el de mi ventana (mía en sentido figurado, la de mis caseros)) se ha hartado de ser perenne y está secando sus hojas hasta matarlas. No os lo creéis, deduzco por la cara que estáis poniendo. Pues es verdad, más no os puedo decir, hijos míos... Si acaso reflexionar sobre las causas; nos podemos preguntar: ¿puede el cambio climático ser la causa? Puede ser, y puede ser la contaminación, o una mutación por los insecticidas, o quizá el agua está envenenada, o alguien se está dedicando a pintar las hojas de marrón para volverme loco... cualquiera de estas respuestas me vale aunque en mi interior la respuesta sea mucho más sencilla: el árbol se ha rendido.

Lap...

El hijo del vecino desapareció ayer. Dicen que se fue de casa a jugar al fútbol con sus amigos y no volvió. ¿Qué le habrá podido suc...? ... jaowguasoyga... ¡Hostia, la que está cayendo, joder cómo llueve! Ya me he desconcentrao... esto, sigo luego... me voy a mirar por la ventana.

Mi máquina del tiempo

Cada noche viajo en el tiempo, en mi máquina del tiempo, claro. Me meto en ella, cierro los ojos y al abrirlos han pasado unas horas, así, sin más, sin yo darme cuenta. Pero no siempre funciona. Anoche hice como siempre, me puse el pijama, me metí en mi máquina blanda a la vez que dura, y la activé (no tiene botones, todo lo hago con la mente). A los pocos segundos, o eso sentí yo, abrí los ojos esperando encontrarme transportado a las ocho de la mañana, como cada día. Miré el reloj que descaradamente marcaba las seis. Las seis de la mañana. ¿Cómo es posible? Pensé que quizá había activado mal el mecanismo. Repasé mentalmente cada uno de los pasos dados la noche antes y nada había que indicara un error mío. Entonces era la máquina, deduje. Encendí la luz y me levanté. Observé la cama por encima, por debajo, repasé con los dedos cada costura, cada muelle, cada arruga en la sábana bajera. Nada. Todo estaba como debía estar. Me puse la bata (gracias, mamá) y me hice un café. Durante dos horas intenté no gritar. A las ocho llamé por teléfono a Flex y les canté las cuarenta. Y genial: mañana viene el técnico, y si no la arregla, me la cambia por otra (todavía está en garantía).

Carta a una madre

"Hola mamá:

Me ha llegado tu paquete, y los compañeros se han puesto muy contentos. He compartido con ellos los dulces y el jersey me está perfecto. Creo que a finales de año se acabará el trabajo aquí y volveré a casa contigo. Sé que me echas de menos. Yo también a ti. Pero no quiero que creas que aquí estoy mal. Me tratan muy bien, y el trabajo está muy bien pagado. Es cierto que tenemos que echar muchas horas porque vamos con muchas prisas. Nos presionan mucho porque todo tiene que ser perfecto. Aquí estoy aprendiendo más que nunca y cuando vuelva a la ciudad creo que podré montar mi propio negocio. Así no necesitarás trabajar más y los hermanos podrán estudiar en una universidad si quieren. Si no, como Herman, que es más como yo, podrán ayudar en el taller y trabajar conmigo. Será increíble poder sacar adelante el proyecto en familia, como querría papá. ¿Cómo estás de tu espalda? La semana que viene te mandaré un dinero para que puedas pagar más sesiones con el fisio.

Bueno, te dejo, te llamo en cuanto pueda.

Un beso.
Tu hijo Elliot."

Carta enviada por un técnico electrónico desde la Estrella de la Muerte un día antes de ser destruida por la Rebelión.

Lo importante

Dicen que en el futuro hará mucho calor, que manejaremos los ordenadores con la mente, que viviremos más, seremos más altos y estériles. Dicen que en el futuro viajaremos a las estrellas, clonaremos gente y viviremos en edificios gigantes como ciudades. Quien dice todo esto debe de ser muy listo porque sabe cosas del futuro que ahora nos suenan a ciencia ficción. Quien dice todo esto sabe mucho de todo porque es guay, es un supercrack, es un genio; pero me juego el cuello a que ninguno de estos listillos sale diciendo en la tele que España ganará algún día el Mundial de Fútbol.

Y digo yo: para qué saber tanto, para qué, si luego no tienen ni puta idea de las cosas que realmente importan.

Bocas

Ponme una cerveza, bien fresquita, y algo de picar, sí, sí, lo que yo te diga, tienes que pasar más de esa gente, ¿quieres tú algo?, ¿no?, esa gente que no hace más que porculear, se creen que son la polla pero luego no te aguantan la mirada, no tienen huevos sabes, ¿viste a aquel tío ayer?, bueno, pues igual pero con corbata el otro día. Gracias eh, ¿te lo pago luego, vale? Qué rica está. Y qué tal... sí, claro, yo sigo igual que siempre, de un lado para otro, y tú lo mismo, supongo. Esta canción, sí, la que suena ahora, sabes, me recuerda una vez que... jeje, sí, algo había de tías en la historia sí, pero bueno, eso ya pasó. ¿Quién no tiene a alguien que olvidar? Mira ese del bigote, para mí que ya ha llegado ciego, si no se puede tener en pie. Como aquel el otro día, en la fiesta en casa de Tere, cómo era, Roberto, sí, el ligue de Lidia, que fue visto y no visto, y se puso a potar por todas partes. Y la gente no sabía qué hacer, tío, sí sí, y eso que eran las diez, tío, las diez y el tío ese iba ya por la sexta copa, qué mamón. Y luego la novia, bueno, que no sé yo si es novia o qué, luego la novia lo metió en la cama y mira lo que nos reímos, que creo yo que Lidia y Chema luego tuvieron lo suyo, qué sí, que sí, que algo pasó, me juego el cuello. Sí tío, es de risa, a veces, de verdad, no sé cómo la gente puede caer tan bajo, sí, jejeje... y oye, mira, Ricardo... ¿Roberto?, ah, oye, perdona eh, jeje, es que... ¿pero tú no eras el novio de Sus...? ¿Lidia? Pero eres el abog... diseñador sí, bueno, ya, jejeje, bueno, se me ha acabado la cerveza, voy a ver si pillo otra, ¿quieres una?, no, bueno, ahora, ahora vengo, si eso.

10 de mayo de 1976

Tal día nací yo... tan solo unos días después de que El País sacara su primer número. Era lunes y como tal la prensa descansaba. Para ese día se dejaban las "hojas de los lunes", unos panfletillos informativos minúsculos. El día que yo nací, El País se tomó un descanso.

Al día siguente, día 11, martes, El País no sacó en portada (ni en páginas interiores) mi nacimiento. Pero sí me hizo una señal y a una jornada del final de la Liga...:


La jornada final, para el homenaje
El Madrid aprovechó la oportunidad de Granada

J.GARCIA CANDAU 11/05/1976

Ya es el Madrid campeón, y ya está el Spórting en segunda. Ya han terminado de sufrir los tres equipos que pugnaban por el título, y sólo resta dramatismo a los que pueden verse en Segunda. La jornada final servirá para que el madridismo andante, tras la sanción de la UEFA, se reconcilie con su club -lo de Tenerife ya es agua pasada- y Bernabéu, al que unos chavales abuchearon el miércoles de la pasada semana, reciba un homenaje más de los suyos, y la confirmación para que siga por otro período reglamentario al frente de la entidad. No ha sido el título lo que conseguirá que los madridistas cierren filas. De entré el cúmulo, de desgracias que supone el arrebato del comité de disciplina de la UEFA, incluido el castigo para el fútbol español en general, puesto que no tendremos representante en la Copa de Europa, ha habido un valor positivo: la familia, en la desgracia se ha unido, y las escisiones ya no van a ser posibles. Se barrunta para el próximo domingo en el Bernabéu un plebisticio popular. Bernabéu tendrá el referéndum que pedía, y no podrá tener escrúpulos para seguir en su puente de mando. La mala racha, cuyos inicios ya eran lejanos, se rompió en Los Cármenes.

Flipante

El futuro

-Quise ayudarla pero no pude. No soy tan fuerte como crees -dijo llevándose la mano al bíceps y apretando para demostrar su debilidad. La verdad es que delgado es poco para describir a este hombre. Enjuto, esquelético, quizá espagueti humano sería lo más acertado.- Se resbaló por la barandilla y sólo la pude sostener unos segundos antes de que se precipitase hacia el río.

-Lo sé. Yo estaba allí y lo vi. Hiciste lo que pudiste. No fue mucho, pero es que no das para más. ¿Toda tu familia es así de inútil? -la pregunta no sorprendió al flacucho. No era la primera vez que se la hacían.

-Sí, toda. Mi madre tiene los huesos hechos polvo. Mi padre es pura grasa y tan gordo está que sólo sale de casa para ir a los entierros de sus amigos. Mi hermana es así como yo, huesuda y larga. No servimos para nada. Y en momentos como el del otro día es cuando más echo en falta un cuerpo normal.

-Ya imagino. ¿Y qué vas a hacer en la vida? Lo digo porque no te veo trabajando en la mina ni de albañil, y por aquí no hay muchas más posibilidades.

-No lo sé. No me preocupa mucho, la verdad. Nadie en mi familia ha superado los cincuenta, por una u otra razón. Pulularé.

-¿Pulularás?

-Pulularé.

El viejo de abajo

Hay un viejo calvo que se sienta en el banco que hay frente al portal de mi casa y pasa allí todo el día. Es vecino mío, creo. Sólo se va cuando le acucia el hambre, el sueño o esos otros imperativos fisiológicos comunes al resto de los mortales que ahora no voy a detallar, aunque podría. Que cómo sé yo esto, fácil: llevo todo el puto día observando sus hábitos. De no ser así no habría podido llegar predecir sin apenas error cada uno de los futuros movimientos de este desecho humano.

A veces algún otro vecino se para, conversa con él un rato y sigue su camino. El calvo entonces se queda inmóvil, esperando la siguiente visita, temiendo quizá que esta vez llegue vestida de negro y portando la manida guadaña. Según mis cálculos, si hoy fuera la primera vez, que no lo es, que este hombre pasa el día sentado en ese banco observando a la gente, si se mantuviera en su puesto lo que le queda de vida, que siendo optimista pueden ser veinte años... no, quince como mucho, la totalidad de la población mundial habría pasado por delante de su calva al menos una vez (cálculos hechos a ojo, claro). Creo que él no es consciente de ello, pero se está convirtiendo en una meca para mucha gente, una meca que hay que visitar una vez en la vida, aunque sea sin intención alguna.

Hace un rato he escupido tres veces por la ventana con la vana intención de acertarle en la calva. La puntería no es lo mío. Mañana será otro día.

Eco (by J.D.)

"Esto que estás oyendo ya no soy yo..."

Soy una versión cansada de lo que fui antes, con más ganas de estar dormido que despierto,

"Yo soy tan solo uno de los dos polos..."

Y eres tú la que tiene la fuerza, la que tira, la que aguanta, la que obra la magia.

"Tu beso se hizo calor, luego el calor movimiento..."

Eres el motor que me mantiene despierto. De beso a calor y a movimiento, y luego viene todo lo demás.

"Que viva la ciencia, que viva la poesía..."

Viene el verso que sigue a la guitarra, y bajo la parra cantamos en silencio, antes y ahora.

"Desde ahora mismo y aquí, hacia donde quiera que estés..."

Contigo estaré, o querré estar, o habré querido estar, siguiendo las notas con los dedos hasta que todo termine,

"Por cada muro un lamento..."

sin lágrimas, que sólo limpian los buenos recuerdos y dejan los malos, y para eso mejor no llorar.

"Vale, una vida lo que un sol vale..."

Y seguir adelante, sin perder más tiempo, sin añorar, sin más,

"Con el anhelo dirigido hacia ti..."

con el miedo olvidado en el salón, con la inercia de un siempre te querré,

"Los dos parlantes afuera, la música en el balcón..."

con la copa de vino en la mano, el recuerdo de tu mirada, menos perdida que la mía, con los peros de siempre, con preguntas sin respuesta, sin saber

"Dónde termina tu cuerpo y empieza el mío..."

dónde acaba mi amor, y dónde el tuyo. Porque hay una frontera de invisible terciopelo que se nos escurre entre los dedos. Y aunque el tiempo nos lleve más cerca que lejos,

"Tengo tu voz,
tengo tu tos,
oigo tu canto en el mío."

la vecina

lunes

hay vecina nueva en el barrio. se ha mudado al edificio que hay frente al mío. la ventana de su dormitorio está justo enfrente de la de mi salón, y la de su salón da a mi dormitorio. la he visto llegar con el camión de mudanzas. vive sola, seguro. ahora tendré algo que hacer cuando esté en casa y no pongan nada bueno en la tele, que es casi siempre.

hoy haré pescado cocido para mañana. ha llamado Martín y me ha propuesto ir al fútbol, pero paso, lo veré en casa, y si el partido es malo, espiaré a la vecina.


martes

al despertar me la he encontrado en la ventana. estaba planchando, en pijama, despeinada. no es guapa, no demasiado, al menos. quizá mañana lo sea más. creo que escuchaba música porque de vez en cuando se movía como si bailara, despacio, al ritmo de algo. es rubia de bote. tiene buen cuerpo, eso sí.

hoy he comprado comida hecha en el bar de abajo. no quiero cocinar. al llegar del trabajo ella estaba haciendo la cama. ¿no trabaja fuera? tengo que fijarme más.


miércoles

he hablado con el portero de enfrente y me ha contado algunos detalles. se llama Silvia. es diseñadora y trabaja desde casa. es separada, desde hace poco. Silvia. luego en casa la he visto cenar y luego habrá estado trabajando, porque no estaba a la vista.

hoy he comprado unos prismáticos y un pollo asado. mañana tengo que dar la talla en el trabajo, hay reunión y estoy harto de mi jefe. como todos, supongo.


jueves

esta mañana no la he visto. he esperado más de la cuenta para llevarme su imagen al trabajo pero no ha aparecido. casi llego tarde a la oficina. por la tarde he visto que se prepara para salir y he corrido a la calle. está muy visto pero no me ha dado tiempo a idear algo mejor. he esperado cerca de su portal, jadeando por la carrera. al rato ha salido y la he saludado torpemente (muy torpemente). me ha devuelto el saludo con un gesto de duda. no, no me conoces, he pensado.

hoy he llamado al telepizza y he pasado la noche observándola (con mis prismáticos). ha visto la tele, ha leído y se ha ido a la cama.


viernes

con el café en la mano he agarrado los prismáticos para verla despertar. no estaba en el dormitorio. he ido al mío a ver si estaba en el salón. allí estaba, la muy zorra, mirando con unos prismáticos al cuerpo danone de mi vecino de abajo.

hoy no he comido. mañana, ya veremos.

Amistad

-He pensado que estaría bien, nada más, no hay nada decidido claro, depende de ti, pero por mí sí. -Hablaba despacio, marcando las sílabas, dejando claro que no era importante para él, que si no se hacía no pasaba nada, pero se le notaba, contenía sus ansias, no quería presionar pero lo estaba haciendo.- No es algo que he pensado así, sin más, sabes. Llevo un tiempo dándole vueltas al asunto y quiero contar contigo, porque eres mi amigo y en estas cosas, sabes, en estos momentos es cuando los amigos tienen que estar ahí para ayudar. -Ahora usaba la amistad para presionar, para llevarme a su lado, para sacarme de mis dudas y convencerme. Guardé silencio, meditando su propuesta.- Y sabes que no te lo pediría si no fuera porque es algo importante para mí y sé que en ti puedo confiar. -Ya sé que confías en mí, pensé, ya lo sé, pero yo qué gano con todo esto, qué parte del trato es beneficiosa para mí. Es sólo por amistad, porque es algo que él lleva queriendo hacer mucho tiempo y hasta ahora no se ha atrevido a proponérmelo, y cuenta con mi complicidad. Sabe que esto quedará entre nosotros. Sabe que no iría a contárselo a nadie. Confía en mi discreción. ¿Y yo en la suya? La duda era mínima pero quizá suficiente para echarme atrás. Me miraba fijamente, luego se miraba las manos sudorosas. La espera lo estaba matando pero yo no podía decir que sí sin más. ¿O sí?- Venga -le dije- anda, sácatela, te la chupo de una puta vez y en paz.

El ladrón

Alcanzamos al ladrón justo en el momento en el que se disponía a saltar la valla y perderse en el Retiro. Después de un par de patadas y unos puñetazos se calmó y nos contó su historia:

-Si queréis que os sea sincero mi intención inicial no era la de robaros. Jamás se me ocurriría causaros mal alguno. Todo en mí es bondad; hasta el más malo de mis pensamientos rezuma buenas intenciones. No me creéis, y lo entiendo, porque ¿cuál sería entonces la explicación creíble para el acto que habéis presenciado? ¿Qué otros motivos hasta ahora ocultos me habrían llevado a correr tras vuestra amiga, tirar de su bolso y llevármelo conmigo para seguir aun más frenéticamente con mi ya hasta ese momento frenética carrera? Os lo diré, y no porque quiera salvar mi vida, evitar una paliza mayor o acabar en manos de los valientes policías de nuestra reputada ciudad, no. Lo haré porque quiero que me veáis como lo que soy: un hombre honrado que ha caído en la peor de las trampas. Al principio para vosotros todo serán desconfianzas, dudas, pura incredulidad, pero conforme os vaya aclarando los detalles vuestro ánimo se irá poniendo de mi lado y hasta es posible que acabemos tomando alguna cerveza en aquel bar de enfrente, riéndonos por lo sucedido, porque los malentendidos que son finalmente desenredados acaban por convertirse en anécdotas, y no hay que esperar demasiado tiempo para que se obre tan sorprendente transformación... Os cuento pues. Todo empezó la mañana del 15 de abril. Llovía y había olvidado mi paraguas en casa así es que tuve que refugiarme en un portal. Allí me debatí entre la espera, quizá demasiado larga, y la posibilidad de requerir los servicios de un taxista. Entonces pensé...

-Demasiado para el cuerpo -interrumpí. Le dimos dos patadas o tres más y seguimos nuestro camino. Realmente echábamos de menos a los ladrones de antes, sucios, sin estudios y con las costillas más duras.

El ritual

Se sentó junto a la nave para ver amanecer. La teniente hizo como si encendiera un cigarro y se lo acercó a la boca, hasta que su mano tropezó con el cristal del casco espacial. En el horizonte marciano los primeros rayos del sol comenzaban a enrojecer el cielo.

-¿Todavía sigues con eso? -La voz metálica de su capitán rompió el silencio que tanto le había costado conseguir ese día. Ya no fumaba, pero no quería dejar de hacerlo así, con un cigarrillo imaginario, con la salida del sol, su momento preferido del día antes de ponerse a trabajar.

-Sí, qué pasa. Y anda, cállate y déjame en paz, que estoy en mi tiempo libre.

El capitán no replicó. Conocía el mal humor de su mujer a esas horas. Cerró el canal de radio con un chasquido que sonó como un portazo y la teniente pudo seguir con su ritual.

Atención al Ateo

Colgó el teléfono con suma delicadeza y miró al grupo que esperaba los detalles de su consulta. Esperó unos segundos, demasiados para María, que le acució con un "¿y bien?".
Y bien, dijo. Y mal, pensó. Tomó aire e intentó resumir lo mejor posible aquel caos.
-Veréis, resulta que en un principio fue el Verbo.
-¿El Verbo? -inquirieron los demás al unísono.
-Sí, el Verbo. Luego en siete días Dios hizo el universo.
-¡¿En siete días?! -se sorprendieron con razón.
-Sí, en siete. Bueno, en realidad en seis porque el séptimo descansó. Y luego, de una pareja, Adán y Eva, creo, salimos todos. Y hasta ahora.
-Vaya.-Se hizo el silencio en la habitación. Hubo muchas gestos de decepción. Uno se levantó y comenzó a pasear nervioso de un lado para otro. De pronto se detuvo y se dirigió al líder.
-¿Seguro que lo que cuentas es verdad?
-Seguro. Me lo ha confirmado el teleoperador. Eso es así y no admite discusión, ha dicho.
-¿Y no podemos reclamar de alguna manera? -el grupo se mostró espectante.
-Me han dado un fax por si queremos transmitir una queja, pero no creo que sirva para mucho.
-Bueno, pero al menos quedará constancia de nuestro desacuerdo.
Hubo algunos murmullos y un chico rubio se levantó para decir algo. Esperó el permiso del líder y habló.
-¿Y te ha dicho cómo acabará todo esto?
-Te refieres al fin de los tiempos, supongo.
-Sí.
-Pues no, no saben, la verdad. Por lo visto nos mandará un e-mail cuando haya algo claro.
-Ok entonces.

Hurgando

Primero acaricié su linda mejilla con el filo de la navaja, luego corté.

Cuando la piel se rompe hay una música, un arrullo armónico que sólo es perceptible si estás preparado para él. Cuando la sangre se derrama, arteria, piel, vello, por el brillante metal, cuando se la deja correr, la música se proyecta hacia todos lados, estruendosa, como si un invisible director de orquesta ordenara con un violento movimiento de su batuta que mil músicos pasaran de un pianissimo a un fortissimo en una décima de segundo. Es esa música la que me sube por la espalda y me eriza, me hace gritar, más fuerte incluso que los gritos de ella.

Gritaba suplicante, lloraba y sus lágrimas embarraban la pureza de su sangre liberada. Corté su pelo como pude. Se movía demasiado y me llevé una oreja. Gritó más y me insultó. Le corté la lengua. Entonces sangró mucho y vomitó.

Siempre quise ser bueno en los deportes. Entrenaba más que ninguno en el equipo del colegio. Corría y corría hasta que me las piernas me explotaban de dolor. No sirvió de nada. Era torpe y eso no lo iba a poder arreglar jamás. A la profesora de gimnasia le puse un escorpión en el cajón de su mesa y estuvo de baja casi todo el trimestre.

Se desmayó y me puse a hurgar dentro de ella. Esto me relaja, cuando ya está casi muerta o muerta y puedo concentrarme. Respiro profundamente y me pongo a lo mío.

Un pulmón es mucho más asqueroso cuando lo pones sobre una mesa que en las fotos que salen en los libros de biología.

Monólogo

Hemos tenido miles de conversaciones como esta pero nunca antes me habías hecho sentir tan imbécil, o tan incomprendido, o simplemente tan fuera de lugar. ¿En serio? ¿Te burlas de mí? Pues claro, es que no te das cuenta de lo hiriente que puedes llegar a ser a veces, lo terriblemente cruel y lo poco que te importa hacer daño, porque seguro que el subidón que te provoca merece la pena, ¿verdad? No, no es eso. Simplemente no lo puedo evitar. Pero pensé que tú me entendías, al menos un poco. Pues no, no te entiendo, ni quiero. Sólo quiero que no lo vuelvas a hacer, nunca más. Lo intentaré... Eso no es suficiente. Ya no me vale con eso. Ya no. ¿Entonces? Entonces nada.

El plan

Tengo un plan para salir de aquí. No será como aquel en el que tenía que cerrar los ojos y contar hasta diez. Ni habrá que usar el poder de los guiños, ni el de los interruptores que no funcionan, ni tendré que escribir y borrar palabras sin sentido mil veces. El mío, este, es un plan perfecto, y nadie se reirá de mí.

En mi mesa tengo todo lo que necesito.

Dos imperdibles, que agarran lo que quiero quedarme -tú y mi despertador; la madera que le sobra al sacapuntas, que en realidad no sobra; el espejo aquel roto que me dio tan buena suerte, para variar; la carta, el comodín con el payaso con risa de malo, que vale para lo que quieras; y el boli, para ir escribiendo cada uno de los recuerdos que ya ni recuerdo.

Mañana será el día.
Todo queda dicho,
para que conste.

Desnudez

"Viví algunos años colgado de una pared, como un cuadro. Y vi muchas vidas desde allí. Y aprendí mucho. Un día todo terminó. Al bajar descubrí que tenía la cabeza toda cubierta de polvo. Años de polvo sobre el pelo. Quise sonreír pero los brazos me dolían tanto que permanecí durante varios días tirado en el suelo gritando, ahogado en lágrimas. Cuando intenté levantarme por primera vez (y por segunda, y por tercera, y) me rompí por dentro, o al menos eso creí. Mi cuerpo no iba a obedecerme sin hacerme sufrir. Fui paciente y semanas después lo conseguí. Me arrastré hasta la puerta de aquella casa e hice un último esfuerzo para levantarme, para salir caminando de allí, con cierta dignidad. En la calle había mucha gente, mucho ruido. A la gente ya la conocía. El resto era nuevo para mí. Caos, mucho caos vi. Entonces un señor vestido de azul vino hasta mí y me detuvo por escándalo público, dijo, "que no se puede ir por ahí desnudo, hombre"".

Memorias de Jehová (Madrid, 2007 D. de Idem).

Otros tiempos

Alejamos a la gente con manguerazos de agua y luego, cuando el agua no fue suficiente, usamos los lanzallamas. No les gustó. A nosotros tampoco, aunque estemos acostumbrados a oír gritos de dolor y a oler a carne quemada. Cuando ardieron unos cuantos, el resto salió corriendo hacia sus refugios, chabolas más bien, en su barrio, El Último, lo llamaban. Llegué a casa y todavía tenía el olor conmigo. Mi mujer se dio cuenta y se metió en el cuarto de baño a llorar. Me quité la ropa y la tiré a la basura. Luego me fumé un cigarro con el resumen del fútbol en la tele a todo volumen.

Un paso menos

Un paso atrás. Una y otra vez, a la carrera, sin aliento y con una sonrisa en el bolsillo reservada para luego. La de la nostalgia que luego se tornará mueca arrepentida, grito y pesadilla. Y tras de sí un futuro ya vivido que huele a moho y a calcetín sucio.

Con el café de la mañana el primer latigazo de realidad le encoge las gónadas. Luego se prepara para un duro día de consciencia desfibrilada a golpe de segundero. Tiene en la mirada ganas de muerte y en el estómago un nudo que le obliga a respirar. Sale a la calle con paso firme y ahí comienza la farsa. Un paso atrás, un paso menos para el principio, para el final.

Justicia espacial

Lo agarramos entre tres y lo tiramos por la escotilla. No fue un acto de violencia gratuita sino pura justicia. Nuestra justicia. Luego nos quedamos mirando su trayectoria hacia el infinito. El aire de su traje espacial le permitiría aguantar un par de horas. Tiempo suficiente para pensar en las consecuencias que tienen ciertas acciones. ¿Lo merecía? Quizá no, pero aquí las leyes no son algo inflexible, van y vienen según se van necesitando. Decidimos que sobraba y no hubo apelación posible. Lloró, claro, y suplicó, pero qué iba a hacer. Nosotros somos más. Saqué la cámara de fotos e inmortalicé el momento. El hijo de puta hacía una estampa preciosa. Al fondo las estrellas, Marte a su derecha rojo e iluminado por el sol que a nuestras espaldas parecía disfrutar con el momento igual que nosotros.

Otra vez al teléfono

Yo:¿Sí?
Alguien: Hola, llamaba porque no me ha llegado el router y...
Yo: ¿Cómo? ¿Qué no le ha llegado el qué?
Alguien: Oiga, es que pedí el alta y claro, es...
Yo: A ver a ver, que esto es un particular. ¿A quién llama?
Alguien: A Orange.
Yo: Pues aquí no es. Ya le digo que esto es un particular. Ahora mismo, para que vea, me pilla en gallumbos haciendo una tortilla, así es que Orange esto no es. Más claro el agua.
Alguien: Pero es que yo he marcado el teléfono que me dieron...
Yo: Ya, si yo le creo. Vamos, quién soy yo para desconfiar de usted, pero es que no, que aquí no es. Que digo yo que si le cogen el teléfono donde usted dice no le dirían que no es allí, vamos.
Alguien: Pues sí. Vaya faena entonces, porque no vea usted el lío que tengo con el adsl. Lo necesito urgentemente.
Yo: Ya supongo, pero vamos, que por mucho que insista, como mucho le puedo invitar a tortilla.
Alguien: Pues muchas gracias, en serio, pero es que ya he comido. Mi mujer me ha hecho unas lentejas para chuparse los dedos, que se le dan genial. Otra cosa sería si hubiese preparado paella, sabe, porque se le queda el arroz blanducho y yo me la como porque si no me pone morros.
Yo: Pues sí, menos mal. A mí no es que se me dé mal la paella, pero vamos, que no la preparo mucho. Soy más de microondas.
Alguien: Ya.
Yo: Sí, ya. Bueno...
Alguien: Mmm, ¿y sabe usted lo que tardan en mandar un router de esos a casa estos de Orange?
Yo: Hombre, no sé, no mucho, digo yo. Yo pedí el internet y a las dos semanas ya estaba funcionado.
Alguien: ¿Tanto? Yo pensé que eso era de un día para otro.
Yo: ¡Qué va qué va! Dos semanas seguro se queda usted esperando.
Alguien: Pues vaya. Yo lo pedí ayer, sabe.
Yo: Pues a esperar toca.
Alguien: Pues muchas gracias por ayudarme. Al final hasta me ha venido bien equivocarme de número.
Yo: Vaya, pues de nada. ¿Y a qué número ha llamado?
Alguien: Al 902012220.
Ya: Jejeje.
Alguien: ¿Qué pasa que se ríe?
Yo: Nada, que el mío también empieza por 9.
Alguien: ¿Qué?
Yo: Nada nada, bueno, que le dejo, que se me pasa la tortilla.
Alguien: Bueno, pues gracias otra vez.
Yo: De nada. Hasta otra.
Alguien: Hala, adiós.

El lento de la lentilla

El uno que se lava el ojo con agua oxigenada. El otro que se pone la lentilla de canto. Tener hermanos pa esto... :)

Picor (XI)

-Verá, señor. -El que habla es el representante de los huelguistas. Es alguien en quien confiaba. Ya no.- Queremos mejorar nuestras condiciones laborarles...

A mí nadie me dijo que hiciera las cosas de una u otra forma. Yo estaba allí ya cuando ni siquiera era consciente de mi mismidad. Un día, por decir algo, porque en aquellos tiempos ni tiempo había, supe, decidí, quise hacer algo y lo hice. ¿Salió bien? No lo sé, no había con qué comparar así es que me gusta pensar que sí. Quizá tendría que haber estado más atento, poner más interés, pero hay algo que es superior a mis fuerza: me encanta dormir.

-...y queremos que cada cierto tiempo podamos disfrutar de un descanso que...

Dormir es, cómo decirlo, dormir es como estar en mi Cielo particular. Porque cuando duermo puedo soñar, y en mis sueños no estoy solo. Allí hay otros como yo, mis iguales, y hablo y río... En mis sueños vivo. Y cuando despierto sólo hay problemas.

-...porque las cosas se pueden haer de otra forma, para que todos estemos mejor...

Ahora una huelga. Mis criaturas no están bien en su trabajo. Se quejan y deciden parar para protestar (eso me han dicho que es una huelga). ¿Y qué se supone que tengo que hacer yo? Esto es así, les podría decir. Así es como lo he pensado, así lo he hecho. Así sea, dije, y así es. Quieren establecer un convenio. Quieren decidir. Y yo tengo sueño. Quiero volver a la cama con mis sueños. Y ellos me necesitan. El orden ya no es tal. La gente muere y se queda atrapada en su cuerpo, me cuentan. Atrapados en sus cuerpos y sonrío porque esa ha sido mi vida. Siempre. Y por eso lo que tuve más claro cuando decidí hacer todo esto es que la vida tendría que ser limitada. La eternidad es un castigo. Y ahora ellos no mueren.

-...y así todo podrá volver a funcionar correctamente, porque no estamos dispuestos a...

Yo quiero dormir y estos me miran buscando respuestas que no tengo. A veces me dan ganas de mandarlo todo a la mierda, a todo y a todos.

-...y bien, ¿qué le parece? -El representante está nervioso. Sabe que ya ha jugado todas sus cartas. Ahora todo se reduce a mi decisión, como siempre. Espero unos segundos. Los hago sufrir un poco más. Cierro los ojos. Y hablo.

Filtraciones

Yo nunca sueño, así es que lo que recordé anoche mientras dormía fueron imágenes de otra vida, escenas más o menos bien rodadas de una vida que deduzco mía y anterior, supongo, ya que si esto es poco creíble menos lo sería si la vida recordada fuera de otro, o mía futura. Total, que me he levantado con el corazón en un puño y en el otro mi despertador con forma de caimán (o cocodrilo, no lo tengo muy claro). Entonces todas las escenas me han venido de golpe, frescas, con sensaciones a punto de caramelo agarradas como sanguijuelas a mis poros.

Escena 1: Me he visto en una casa que no era la mía, y esto lo sé porque yo odio las cortinas y allí había cortinas por todas partes, con bordados de abuela y todo. Entonces ha entrado un mayordomo con una bandeja y sobre ella un cartón de vino abierto. Me lo ha ofrecido y yo, la verdad es que no tenía ganas de nada, he aceptado por educación. Luego el tío ese se ha convertido en palomo y ha salido por la ventana. He pensado que quizá tenía prisa y me he bebido el vino, que sabía a mocos.

Escena 2: Después mucha gente me gritaba apuntando con el dedo detrás de mí. Eran miles. Todos histéricos señalando a mi espalda, y yo no los entendía. Cuando he querido mirar lo que la turba me indicaba me he encontrado con el mayordomo de la Escena 1, desnudo él, y con una gaita bajo el sobaco. Le he dicho que ya y se ha puesto a tocar "Si vas pa la mar pa la mar, si vas pa la mar" con mucho estilo.

Escena 3: Estaba en una casa sin espejos y yo buscaba uno para verme la cara pero no había, ya lo he dicho, y me empecé a agobiar porque no sabía si yo era yo u otra persona o cosa o qué. Corrí por un pasillo hasta la puerta de salida y tras ella estaba yo jugando a las canicas con Miguel de la Cuadra Salcedo, y me he dicho "¿juegas con nosotros?" y como no tenía canicas para jugar me he puesto muy nervioso. Miguel de la Cuadra me ha mirado con inquina, y yo cómo le digo que no tengo canicas. He mirado a mi otro yo como pidiéndole ayuda (no se me ha ocurrido hablar), él/yo me ha/he dado una canica pero al cogerla pesaba tanto que la he soltado de golpe.

Y me he despertado, pero no es un sueño, porque esta tarde he ido a una vidente y me ha dicho que tengo filtraciones de otras vidas y que como me descuide me van a dejar tonto y no voy a saber ni quién soy. Siguiendo su nada barato consejo, esta noche dormiré en la cocina, junto al cubo de la basura (lleno), me taparé con una manta previamente empapada en gasolina y salpimentada y leeré una y otra vez en voz alta hasta dormirme las Cantigas de Santa María; y ya mañana os cuento qué tal.

El hombre que sudaba demasiado

Y sudaba y sudaba y sudaba a un ritmo de medalla de oro. Así fue siempre desde que recuerdo. Hasta que una mañana dejó de sudar y bueno, le costó adaptarse al cambio pero ya bien, ya hace vida normal y se caso y todo. Si lo ves no lo reconoces. ¡Hasta está guapo el jodío! ¿Y tú con los juanetes qué tal?

Universos paralelos

En mis viajes por los universos paralelos he visto de todo y me he sorprendido con infinitas cosas. Ahora, lo más fuerte fue aquella vez que al entrar en uno, una sartén con los ojos pintados me dijo con voz melodiosa pero firme que saliera y volviera a entrar, eso sí, "llamando antes a la puerta, jovencito."

Picor (X)

Agarré el pomo de la puerta con unas manos que no eran mías. Fue lo primero que sentí real, un recuerdo cercano que ya daba por perdido, el frío metal contra la piel fría y húmeda. La puerta estaba cerrada. Me sentí contrariado, torpe. Todavía no era yo. Al poco comprendí lo estúpido de la situación. Era normal y lógico que la puerta estuviera cerrada. Era de noche. La calle estaba vacía, como el cementerio dejado atrás. Ella dormiría. Tardé horas en despertar, en recordar, en recordarme. Luego había rascado, había golpeado, arañado, ¿gritado? No, gritado no. Mi voz seguía muerta, la garganta reseca, tenía tierra húmeda en el pelo, en la ropa que no recordaba mía, en la boca anquilosada. Había caminado después de recordar cómo hacerlo, después de caer, de querer llorar, de seguir recordando. Entonces volvió el odio y busqué la casa como el perro perdido que siempre encuentra el camino de vuelta. Caminé lo que me pareció una eternidad. Recordé la sala de espera, la escalera rota, mi turno. Rompí el cristal de la ventana con aquella mano medio muerta y conseguí entrar. Era el salón. Había flores en una mesa, vasos medio llenos de licor, restos de una fiesta, quizá de la mía, de mi despedida. Tras un momento de duda, me arrastré hacia el dormitorio.

Apuntes para "Memorias de un pistolero"

-Comprar balas.
-Revisar cañón de 9 mm.
-Patatas para freír, huevos, jamón y ariel.

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Me llevé la mano al revólver con la intención de disparar a aquel imbécil pero a medio camino cambié de idea y pensé que quizá yo no era quién para quitarle la vida a alguien y bla bla bla, pero me interrupió la reflexión con un "qué, ¿te achantas?" y con las mismas le hice un boquete muy profesional entre ceja y ceja, que a mí nadie me vacila, y allí se quedó el perla.

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La vida de un pistolero es chunga por donde se mire. Y no digo ya por los riesgos laborales que se presuponen propios de este trabajo. Es la soledad del asesino. Sobre todo cuando te mandan hacer de fracotirador, que os juro que es lo más aburrido que te puedes echar a la cara. Hasta diez horas he estado asomado a una ventana hasta que el blanco de turno ha aparecido para ponerse delante de mi punto de mira. Y no es que te puedas poner a hacer sudokus para pasar el rato, que como se te escape el gachó se te cae el pelo. Y ya son muchos años. La espalda ya no me aguanta, y mira que voy al gimnasio cuando tengo tiempo. A estas alturas de mi vida, prefiero el cara a cara, que es rápido y limpio. Llego, disparo y me voy, sin preliminares.

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En mi vida ha habido muchos amores, para qué negarlo. Y no es que sea guapo, pero llevar un par de pistolas encima te da un empaque que ni un Armani. Cuando entro en un local todas se vuelven, y es normal, mi mirada es firme y ando como sólo yo puedo. Me como el mundo y ellas lo saben. Claro que por mi trabajo muchas son sólo mujeres de una noche. El único verdadero amor que he tenido se llamaba Sylvie. Era francesa y no se depilaba los sobacos. Me dio tanta confianza que le confesé mi profesión y lo aceptó. Me siguió en mis trabajos. Incluso me ayudaba a planearlos y me preparaba unos desayunos increíbles. Se puede decir que fui feliz durante los seis meses que convivimos. El día que la pillé follando con el botones del hotel donde parábamos y me la cargué se me quitó la tontería, y hasta ahora.

La cúpula del Reichstag

El vídeo es un coñazo, pero quien quiera ver bien la cúpula del Reichstag lo puede aprovechar...

La vida de uno

Uno confía en su suerte y a veces la suerte le coge a uno por detrás y le raja el culo, sin miramientos, y luego se va y uno se queda tirado en el suelo sin saber muy bien qué ha pasado pero, me cago en dios, le dan a uno ganas de matar a alguien o algo peor. La suerte no siempre es buena, decía mi abuelo, y él lo sabía muy bien, que mala vida le había tocado, y más de una que se había llevado por delante en aquellos tiempos de antes en los que la vida, la de uno, era la que valía, y la de los demás que se la guarden como puedan. Ya no es como antes, me decía. Ahora es distinto, digo yo, que es lo mismo pero con menos nostalgia, porque uno es joven y no tiene recuerdos de los tiempos del abuelo. No hay nada que echar de menos, o sí. Echo de menos no estar cuando todo vaya mejor.

De feria por Málaga


Cuando uno no está por aquí es que está en otro lado. Ayer en Málaga. Mañana toca Berlín. Nos vemos pronto. O no.

Me mudo

En mi barrio si miras a alguien durante más de dos segundos te llevas una hostia seguro. Como mínimo una. Es por eso llevo un tiempo buscando la forma de irme a otro. No pido mucho, la verdad, sólo que sea algo menos estresante. Y que me deje llegar a viejo.

Anoche pude dormir. Los de abajo no montaron fiesta, los de arriba no se pusieron a mover los muebles porque sí, los de al lado no se pelearon y en la calle las putas tuvieron mucho trabajo, se ve, porque casi no hubo discusiones sobre quién la chupa de vicio, quién las tiene mejor puestas a pesar de los años o cuál de ellas está cobrando menos de lo acordado por un completo. A pesar de que me he aprendido que en todos lados cuecen hablas y que hasta en el mundo del putiferio se da la competencia desleal, suelo preferir dormir a no hacerlo.

Anoche, como decía, pude dormir. Así es que esta mañana, fresco como una lechuga, he visto tres posibles pisos en dos barrios bastante decentes. Los dos primeros estaban en el centro de la ciudad. Me han sorprendido gratamente ya que esperaba algo mucho peor después de consultar a amigos que ya habían pasado por este proceso.

El primero me entró por los ojos muy rápidamente. Y tanto. El piso consistía en: una puerta para entrar y una habitación para vivir. En el interior todo estaba muy bien organizado: su ventanuco perfectamente colocado sobre la salida de humos del vecino de abajo, su cocina de dos fuegos empotrada en un ¿armario? al lado del retrete, y a dos metros de la cama nido (de chinches). "Un lujo de piso en pleno centro de la ciudad, con todo a mano, bien comunicado y a precio de ganga". Efectivamente, el anuncio no mentía. Sobre todo en lo de bien comunicado, porque si quieres hablar con cualquier vecino del edificio sólo tienes que asomar la cabeza por el ventanuco, y si no, da igual, porque ya se encargan ellos de hablar lo suficientemente alto como para que puedas oírlos a través de esos tabiques ausonia, por lo finos, claro. Y barato era, para su puta madre.

Muy cerca de allí estaba el segundo piso. Cuando vi este estuve a punto de llamar a todos mis amigos para que vinieran a verlo. El piso era bastante decente. Salón, dormitorio, baño, cocina, internet, microondas, garaje, piscina, jacuzzi, terraza de cuarenta metros, boca de metro a dos minutos... Corrijo. El piso era un lujazo de piso. Casi lloro de alegría al verlo. Y de precio, increíblemente barato. Entonces llegaron los peros. El alquiler incluía gratis el cuidado y mantenimiento de un anciano senil, dueño al parecer de aquel paraíso terrenal. El hombre se veía solo y algo inútil y había pensado que quizá alguien querría ocuparse de él a cambio de aquel alquiler de ensueño. Estuve apunto de quitarle el andador para que se partiera la cadera.

Con mis ilusiones rotas me dirigí al tercer piso. Al momento supe que allí iba a haber hostias por quedárselo. Junto a la puerta esperaban unas diez personas. Nos habían citado a todos allí para enseñar y subastar el alquiler. Había una pareja, dos grupos de amigos y una señora muy rara vestida de sacerdotisa tántrica con una luna tatuada de henna en la frente y con un bastón de peregrino o algo así. Los grupos hablaban entre sí, sin cruzar ni media con sus futuros competidores. La señora flipada hablaba sola, supongo que para no ser menos que los demás. Al poco llegó el dueño del piso. Echó un vistazo al grupo de candidatos, saludó con un gesto rápido y abrió la puerta del piso. Bien, dijo, este es el piso, y nos lo enseñó. La verdad es que estaba bastante bien. Era un piso perfecto para mí. También para los demás, por lo que oí. Después de responder a algunas preguntas, el dueño sacó el tema del alquiler. 600 euros es el precio, dijo, gastos aparte, una ganga, pensé yo, pero sabía que sólo sería el precio de salida. Los grupos discutieron en voz baja. La loca de la luna en la frente metió la mano en su bolso de estrellitas pegadas. Por un momento pensé que iba a sacar una pistola para quitarse competencia. Luego pensé que no, que allí tendría una bola de cristal portátil y se disponía a adivinar si podría quedarse con el piso. Sacó un cigarrillo y lo encendió. Los primeros en hablar fueron los que parecían una parejita. Nosotros estamos dispuestos a pagar 800. Murmullo, comentarios al oído, calada de la bruja Lola. Me parece un buen precio, dijo el casero. 900, cantó uno de los grupitos. A 950 subió el segundo grupo sin dar tiempo a pensar nada. Bien, apuntó el dueño, eso me parece incluso mejor. Yo no podía pasar de 1000 así es que dije mi puja máxima en espera de que la señora mística se retirara. Durante unos segundos todos reflexionamos. Por algún comentario captado con mi fino oído supe que más de uno estaba dispuesto a subir mi oferta. Entonces oí en mi mente una voz que me decía "ofreczo 1200 y lo compartimos". Era ella, la meiga flipada, que ahora resultaba ser telépata. Joder, pensé, y luego me di cuenta de que ella me estaría oyendo con sus poderes selenitas. Qué carajo, pensé, vale. Entonces la tía dijo 1200 y el piso fue suyo. Nuestro, en realidad.

Mañana me mudo con la bruja a nuestro nuevo piso. Deseadme suerte (he comprado un par de ristras de ajos, por si sirven de algo).

El café de la mañana

Dudó que fuera todavía de noche. Lo dudó porque según sus cálculos la última copa, la que le había llevado a olvidarse del mundo, no había caído antes de las cuatro de la mañana, y ahora, arramblado sobre la cama (¿de quién?), se encontraba extraña y totalmente despierto, en un estado de consciencia nada propio de una mañana de resaca. ¿Diez, doce horas de sueño? Abrió los ojos todo lo que pudo, en busca de cualquier pizca de luz que se escapase por alguna rendija en aquel lugar. Pura oscuridad y café. Olor a café recién hecho. No estaba solo. Hola, pensó decir, y lo intentó pero estaba totalmente afónico. Buscó el borde de la cama con los pies e intentó incorporase. Al pisar el suelo confirmó que no estaba en su casa. Estaba frío. Él tenía parqué. Siguió el olor del café procurando no golpear nada. Pared. Pared. Pared. La puerta. El pomo. Giró. Cerrada. ¿Cerrada? Golpeó la puerta un par de veces con los nudillos, con educación. Esperó una respuesta. Volvió a golpear, ahora con el puño. Quería gritar pero estaba mudo. Puso la oreja en la puerta. Una cucharilla removiendo el azúcar en el café.

Reunión mítica

Año y medio después, volví a ver a Dianita. Claro que lo de Yami es más grave, porque habían pasado tres años. Elenita tres cuartos de lo mismo. El guapo soy yo.

Conquistando

Como un día me explicó una amiga, engordar es una forma como otra cualquiera de conquistar el mundo. Conquistémoslo pues.

Picor (IX)

Al abrir la puerta espero un quejido, cierta resistencia, pero, a pesar del tamaño, se abren con suavidad, livianas, y dejan a la vista un sencillo dormitorio. Las ventanas están cerradas. Las persianas, bajadas totalmente. Las tupidas cortinas cubren toda la pared. Tomo aire antes de entrar en aquella habitación que huele a tanatorio y con un par de pasos temerosos me sitúo a pocos metros de la cama. Sobre ella, un bulto medio tapado resulta ser el origen del ronquido que ya se oía desde el pasillo. Cuento hasta tres y le hablo.

-Señor... -La voz me sale rota, con un gallo que se me atraviesa. Carraspeo y lo vuelvo a intentar, esta vez con más fuerza.- Señor, necesitamos que nos ayude.
-Mmm. -El bulto no se mueve pero se detiene el ronquido. Espero unos segundos.
-Señor... disculpe... -¿Debería tocarle el hombro para hacerme notar? Me acerco y ahora la espalda desnuda está tan sólo a medio metro. Acerco la mano temblorosa pero la respuesta me hace retroceder.
-Mmm, déjame... mmm, déjame en paz. -Su enorme cuerpo se empieza a mover, con fastidio. Al menos ya está medio despierto.
-Señor, verá, es una emergencia. Si no lo fuera no se me ocurriría molestarle, pero esta vez lo es. -Cierro los ojos esperando lo peor. Todavía recuerdo la vez anterior. Aún me quedan marcas en el brazo y un ligero pitido en el oído derecho.
-Mmm... joder, hostias, qué pasa, ¿es que no voy a poder dormir tranquilo? ¡Vete, joder! -Se revuelve y medio se incorpora buscando el culpable que habrá de pagar por sacarlo de su sueño. Aprovecho que me encuentra con la mirada para resumirle la situación.
-Señor, lamento despertarle de su siesta. Ya sé que si dura menos de dos mil años no le sienta bien, pero es que tenemos una situación extrema, señor. Es una huelga general... señor.
-¿Una qué? ¿Qué diablos es una huelga general? -Parece que ya está despierto del todo porque echa mano de la lámpara de la mesita de noche. Durante una décima de segundo creo que me la va a tirar pero al final sólo la enciende. Intento no sonreír al verle la cara marcada por las sábanas.
-Señor, todas las áreas han cesado en su labor. Han dejado de... trabajar, señor. Piden mejores condiciones laborales, ya sabe, mejores horarios, turnos, vacaciones... Llevamos tres horas así y el primer efecto ya se está notando en la entrada de los nuevos, señor. Verá, los están mandando de vuelta... -Ahora es cuando vendrá la reacción, ahora es cuando debería salir corriendo, pero espero. El Creador parece pensar unos segundos, se rasca la cabeza y se destapa.
-Bien. Prepárame un baño y tráeme ropa limpia. Ah, y ya sabes qué me gusta comer después de la siesta. Dentro de una hora los quiero a todos en la sala de reuniones.
-Muchas gracias, señor. En seguida está todo listo. -Gracias por no pagarlo conmigo. Salgo como un tiro de allí hacia la cocina. No sé si queda helado con pasas.

Silencios

Despertar y mantener el silencio. Como monje curtido en el voto, callar y callar. Hay razones, las hay, pero es difícil explicar a un niño por qué ha de estar en silencio. ¿Qué es el silencio para un niño? Quizá no sea nada. Un concepto imposible, si acaso. Pero hay que guardar silencio como quien guarda una virginidad celosamente, más por miedo a la represalia que por un deseo real de protegerla. Niño, calla, que tu padre está durmiendo, que anoche llegó muy tarde. La tele flojita, casi no se oye, mamá. Y hay un hermano. El silencio entonces es pura utopía. Hay gritos, peleas, carreras. ¿Silencio? ¡Niños, callad, que vuestro padre se va a despertar! Los niños todavía no lo saben pero es ella la que lo pasa peor. El padre se despertará enfadado, seguro. Con ella, por no conseguir el silencio deseado. Con ellos, por ser niños. Será un día tenso, de miradas cruzadas y silencios. Silencios de los otros. Será un mal día.

Un lado menos

Me duele el cuello desde hace semanas. Tengo una contractura, creo, o varias, y no puedo mirar a la derecha sin girar todo el cuerpo. Llegado cierto punto ataca el dolor, mi cuello dice basta, y si dice que no es que no. Durante días he cedido cada vez, y como un robot cutre me vuelto todo, para ver, para mirar, para hablar, y en cada ocasión me he forzado a prometer una pronta solución que me saque de este infierno insoportable.

.....

Es ridículo verme así de tieso así es que después de diez días me he rendido, y cuando me viene algo por el lado prohibido, paso. Aparto la curiosidad de mí con un gesto anquilosado, de atrofiado torticuloso, y sigo adelante. Lo que hay a mi derecha, a efectos prácticos, no existe, no importa, no es. Me hablan por ese lado y como si fuera sordo. Se acabó el lado derecho.

.....

Realmente reducir el mundo a tres lados lo hace más manejable. Todo es más sencillo. Un lado menos que tener en cuenta. Claro que esta decisión ha provocado algunos cambios en mi vida. He perdido a la mitad de mis amigos. Esto, que podría ser algo triste, ha resultado bien porque por la derecha siempre me venían los más odiosos (al final no eran tan amigos...). Y me han atropellado dos motos, una de ellas de Telepizza, que se disculpó con una cuatro quesos calentita que estaba para chuparse los dedos. En general el balance es positivo. Así es que ahí va mi consejo: amputaos un lado, mola mazo.

Demasiado lejos

Hay respuestas que están tan lejos que ni con un supertelescopio podríamos siquiera intuirlas. Y detrás hay más preguntas, acechando.

Picor (VIII)

Fue ella. ¿Quién si no? Nadie me odia tanto como para matarme. Y ella tenía razones. Las tenía, aunque yo no quisiera admitirlo. El viejo devolvió la lupa al bolsillo y me miró con curiosidad. Sí, fue ella, dijo, pero ya no hay nada que hacer. A su mujer todavía le quedan unos años antes de pasar por aquí. Ahora tendrá que olvidar todo aquello y prepararse para lo que le espera, que no es poco, sabe. El teléfono, enorme, con decenas de botones y luces, sonó de pronto, rabioso, y me hizo dar un saltito ridículo sobre la silla. El viejo puso cara de contrariedad. Quizá no solían llamarlo. Quizá era algo que pasaba cada muchos meses, o años, o siglos. ¿Tendría la edad que aparentaba? Seguro que no. Volvió a su silla, echó la mano al teléfono, esperó unos segundos, quizá pensando si era así como tenía que cogerlo o si antes tenía que pulsar algún botón... Descolgó. Diga, aquí Recepciones... Ahá... Sí... ¿Cómo?... ¿Y el sindicato qué ha dich? ¿Sí?... Vale. Hablamos luego. Adiós. Y colgó. Entonces se quedó mirando al teléfono, pensando, quizá, en la llamada. ¿Sindicato había dicho? Sí, eso había dicho. Puso las manos ("manitas", pensé, ¿habría oído mi pensamiento? Esperé la reprimenda) sobre la mesa y me miró. Verá, y se echó la mano al bigote, en un gesto muy suyo, supuse, Verá, señor, tenemos un pequeño problema. Se detuvo unos segundos, ¿esperaba que yo dijese algo? Verá, continuó, esto no es algo que suceda a menudo... nunca sucede, para ser más exactos, verá... es que estamos en huelga. ¿En huelga?, me oí decir, ¿Pero eso es posible?, ¿y eso qué tiene que ver conmigo?, ¿harán algo con mi situación? Noté que me estaba poniendo histérico. Él también lo notó y se levantó para cortar mi nervioso interrogatorio. Disculpe por todo esto. Ya le digo que no es algo normal. En estos casos poco podemos hacer. No le puedo dar detalles pero en lo que le concierne a usted... verá, no puede quedarse aquí, no puede quedarse. Parecía realmente contrariado. Ambos lo estábamos. ¿Entonces qué hago, vuelvo a la sala de espera? No no, eso no es posible, la sala será sellada para detener la entrada de nuevos fallecidos. ¿Entonces? Tendrá usted que volver. ¿Volver? Sí, volver, hasta nueva orden tendrá usted que volver a la vida. Salga de la sala y siga el camino que le trajo hasta aquí... ya... ya le diremos algo.

Eternamente

"Te encontré colgada de una rama, con cara de torpe militante, algo magullada. Llevabas un sujetador rosa horrible (rosa-horrible). No hizo falta que me pidieras ayuda. Estabas buena y eso era suficiente. Lo sé, qué superficial, pero cuando no conoces a alguien uno siempre es superficial. Ya llegará el resto, si es que lo hay. Me puse encorvado, las manos en el tronco del árbol, y apoyaste tus pies descalzos en mi espalda, en mis hombros. Esa fue la única vez que me tocaste, y yo a ti, aunque fuera con aquella camisa de por medio (la guardé un tiempo, sucia todavía de tus pies enarenados). Te soltaste, no sé cómo, y en unos segundos ya estabas corriendo por el camino hacia quién sabe dónde. Te dije adiós con la mano, no sé si hablé, pero no me viste. Y ya."

Epitafio encontrado en la tumba de F.J. Kronenberg (1924-2003), podólogo y afinador de gaitas.

Se fueron

Me rodeé de unos cuantos buenos y el resto se quedó en la puerta, esperando, y luego se fueron (se irían, digo yo... espera, que voy a mirar; sí, se han ido, o se fueron; se han ido yendo o se fueron de una vez todos. Ya no están, eso seguro). Al cabo de los años llegaron ellas. Alguna se quedó, otras se fueron, otras las "fui", alguna otra es como el ajo, y vuelve, toca al timbre, espera y al rato se va.

Yo soy el que siempre está, aunque a veces sea sólo un poco, pero siempre algo.

Picor (VII)

Nada a mi alrededor. Nada, y nada más. Silencio absoluto. Ni siquiera me oigo respirar porque simplemente no respiro. Ellos tampoco me oyen hasta que les hablo. Se asustan. Soy la voz que oyen después de que todo termine y oírme los asusta. Van llegando, uno a uno. Me buscan al oírme y no me ven. Entonces les doy turno. Es sencillo. Ese es mi cometido. Punto. Nada más. Llegan, les doy el turno y se van. Así de simple.

-Su turno es el 415. Pase a la sala y espere a que en la pantalla aparezca su número. Entonces pase por la puerta que hay bajo el luminoso.

Es curioso. Llegan siempre de uno en uno. ¿Así muere la gente? ¿Uno a uno? ¿O antes de llegar a mí hay algo o alguien que hace de embudo, que los pone en fila para que todo sea más ordenado? Eso no lo sabe nadie de aquí y lo he preguntado muchas veces. Al del Despacho. Es con quien puedo hablar, a veces. Él sale a veces, cada cierto tiempo...

-Su turno es el 416. Pase a la sala y espere a que digan su número...

... sale a descansar, pasan meses hasta que sale. Y hablamos unos segundos, y está harto. Y yo también pero es que... es que no sé. ¿Qué pasaría? ¿Qué pasaría si...

-Tome, tiene usted el 417, siéntese ahí y espere.

... es que no sé. ¿Qué pasaría? Eso, qué pasaría si...

-Su turno es...

... ¿Y si...?

-Su turno es el...

-Mi turno es, sí, mi turno, ¿cuál es mi turno? ¿Qué pasa?

-... es que... verá. Hoy... disculpe, es que hoy ya no damos más turnos. Hoy ya no hay más, señor. Vuelva por donde ha venido y si acaso... si acaso vuelva mañana. Disculpe. Mmm, gracias.

Y ahora qué.

Ahora a esperar.

El single en vinilo (tb en cassette)


¡¡La Canción de las Vocales ya en vinilo!!























¡Y también en cassette, para que la lleves en el Forfi!


Los de la ventana

Esto va para los de la ventana, que van de un lado para otro con sus hierros al hombro.

(Ahora es cuando canto una saeta)
(saeta)
(saeta)

(silencio)

(saeta)
(saeta)
(saeta)

(fin de la saeta)

En fin, que los probres están ahí con la solana restaurando la fachada y me da no sé qué. Ya ni bajo las persianas para que no me vean en gallumbos. Por lo menos que se deleiten con la vista, no?

Picor (VI)

Siento vergüenza y eso era todo. Él está allí, sentado a menos de tres metros de mí, como si nada. ¿Es esto el infierno? Espero mi turno. Ni siquiera me he quitado el casco. La vergüenza sería entonces insoportable. Agacho la cabeza para no verle los ojos y recuerdo. Una curva cerrada a la derecha, luego otra a la izquierda, adelanto a uno que monta una Honda. La carrera es mía, pienso. Serán seis mil euros por lo menos si consigo ganar esta vez, si quedo primero, seis mil euros. Ya sé que no es legal. Sé que es peligroso pero qué más da. Necesito el dinero, tengo una moto y sé correr. Voy primero y quedan pocos metros para la meta. La meta. Cada vez la ponen en un sitio distinto. Hoy es un paso de peatones en plena Gran Vía. Son las cuatro de la mañana. Empieza el domingo. Llegaré primero y huiré. La policía estará al llegar y no quiero que me cojan. Luego esperaré dos días y a cobrar. Ese es el plan. Ese era el plan. Acelero y no lo veo venir. Venía del trabajo, o iba, quizá. Se cruza y no me da tiempo. Me lo llevo por delante y no sé qué pasa conmigo. Bueno, sí lo sé. A la mierda. 416 me han dicho. Y él está ahí, leyendo su revista, y no sabe que fui yo, estoy seguro. No lo sabe, y la vergüenza me come por dentro.

Picor (V)

-Mamá querría... doctor...

Quiero a mis hijos, a todos ellos por igual. Eso les digo, eso les he dicho siempre, pero no es así. Y ellos lo saben porque no puedo evitar demostrar mi preferencia. Ahora aquí tumbada espero mi momento y mis hijos están conmigo. Los quiero. Me cogen de la mano. A veces puedo sentir sus manos sobre las mías. A veces. Otras no sé quién soy y quiero llorar pero no puedo. Mis hijos están aquí conmigo. ¿Andrés? Andrés no está. De pequeña me gustaba ir al río y mojar los pies en el agua fría sin que mi madre lo supiera.

-Quizá... voy al baño... dosis... drés...

¿Andrés? ¿Ha venido Andrés? Quiero verlo, mis ojos. He dejado el gas abierto. María, anda ve y ciérralo. María, niña, ¿es que no me oyes?, mi boca. Mi abuela me dijo que la muerte te coge de la mano para que no te pierdas en el camino y que sus manos son suaves y duras a la vez, ¿y frías?, no, son cálidas, como sentarse junto a la chimenea. Ay. ¿Me voy ya? ¿Ya? ¿Andrés?

-Tome, tiene usted el 417, siéntese ahí y espere.

Picor (IV)

Sentado en mi despacho los veo pasar. Todos medio sorprendidos, medio asustados, alguno incluso entra indignado. ¿Es que creían que la vida era para siempre? Soy la primera persona que ven después de entrar, después de salir, después de morir. Se sientan y durante horas, días, esperan en la sala su turno, el número asignado, sin saber qué pasará. Sólo yo lo sé. Y cuando los tengo delante de mi mesa intento ser lo más duro posible, lo menos humano posible. Son tantos años ya... Al principio me implicaba y acababan llorando en mi hombro, o enfadados y arrojaban las cosas de la mesa contra el suelo, incluso contra mí. Ahora ya no dejo que eso suceda. Hablo lo menos posible. Se asustan, me temen. Seré yo quien les diga qué va a pasar de ahora en adelante. Ya no son personas para mí, me digo, y así lo llevo mejor. Han pasado miles de millones por aquí. ¿Tantos? Tantos. Y mucho tiempo. Demasiado. ¿Mil años? ¿Dos mil? Ya no sé cuánto y creo que ya es hora de dejarlo. Hablaré con Recursos Humanos y pediré un cambio de departamento, porque dimitir, lo que se dice dimitir, es imposible. Esto es para siempre. Así me lo dijeron, esto sí es para siempre.

Cantera de mármol

Como somos guays, nos detuvimos en una cantera almeriense a observar el paisaje y de paso cometer un delito menor.


ME PIRO

Y mañana a Almería. Si me da por ahí, lo mismo os cuento algo de mis andanzas. Si no, pues na, el 15 vuelvo...

Adioles.

Picor (III)

Diario de una mujer liberada (página 1)

Querido diario,

Hoy he matado a mi marido, y me he quedado tan pancha. En serio. Pensé que sería mucho más difícil, que todo sería mucho más difícil. El antes, el durante y el después. Y no. Una vez tuve claro que no lo quería por aquí, el resto salió solo. Y perfecto.

Perfecto, sí. Dicen que no hay crimen perfecto pero ¿acaso no es perfecto aquel crimen que no parece tal crimen? Nadie sospecha. Hasta a mí me está pareciendo obvio que todo fue fruto del azar. Un azar que supo estropear la tele para que pareciera que la antena se había movido un poco. Un azar que acertó a hacerlo un día lluvioso. Un azar que quiso que ese día encerara el suelo y que mi marido, que en paz descanse, paseara sus zapatos por encima del parqué... No querer llamar al técnico, pese a mi insistencia, fue cosa suya (cosas de hombres) porque "eso lo arreglo yo en un plis plas, que no tiene nada, que yo puedo, espera que en dos minutos ya tienes la tele bien y puedes ver la telenovela". Santo varón, que dios lo tenga en su gloria. Sí, en su gloria, bien lejos. Lo más lejos posible.

Bueno, diaro. Te dejo. En el salón me espera toda la familia. Me verá llorar. Lloraré hasta que se harten de ver lágrimas. Luego agradeceré a todos su pésame. Sé que será sincero porque ellos me quieren, y le querían a él. Los abrazaré compungida. Luego se irán a seguir con sus vidas. Yo pasaré unos meses de tristeza, venderé la casa porque me traerá malos recuerdos, veinte años de recuerdos, y me iré a donde nadie me conozca, donde el sol me alegre la vida. Y seré feliz.

Picor (II)

Tenía un bigote a lo Poirot y unas gafas de cerca apoyadas en la punta de la nariz. ¿414?, dijo, mirando a la pantalla de su ordenador. Sí, soy yo, le dije y me acerqué a la mesa de madera oscura y a la silla que había delante. Siéntese, añadió, y me senté. Aquello parecía la consulta de un médico de los de antes. El ordenador no encajaba. Tendría que haber sido de madera o forrado en tela aterciopelada para conseguir integrase en el ambiente. El hombre tendría unos setenta años, arrugado y enjuto detrás de su pomposo bigote. El bigote tampoco encajaba en todo aquello. ¿Sería de pega? Por un momento pensé en tocárselo, tirar un poco de una de las puntas y comprobar si, No lo haga, dijo, es de verdad, y se llevó la mano al mostacho para dar un par de tironcitos. No me dio tiempo a reaccionar. ¿Y dice usted que ha muerto?, preguntó, como quien no se cree del todo que algo así pudiera pasar. Por un momento dudé en responder. Sería una broma, pensé, y se me escapó media sonrisa. Entonces fue cuando por fin se dignó a mirarme, No, no se ría, señor mío. Más de uno llega y todavía no es el momento. ¿Ha visto a la señora de la salita? Claro que la había visto. Sólo le faltaba roncar. Asentí. Pues, esa está todavía con un pie en el otro mundo. Va y viene, y así lleva una semana. Ayer entró sin esperar turno y tuve que mandar que la echaran. La gente se cree que esto es llegar y pegar, y no. Cada cosa tiene su momento; hay un orden y tenemos que cumplirlo. Volvió la mirada al ordenador. ¿Y cómo fue?, preguntó, y acercó las manos al teclado. Me caí de una escalera, respondí, había subido para arregl, Caída de escalera, ¿es usted albañil? No no, estaba en casa, iba a arregl, Mmm, ya. Entonces se levantó, o eso pareció, porque de pie era casi tan alto como sentado. Dio la vuelta a la mesa y se puso delante de mí. Su cabeza estaba a la altura de la mía. Sacó una lupa enorme del bolsillo y la usó para mirarme a la cara. Mmm, ya veo. Se quedó pensativo unos segundos, volvió a mirarme a través de la lupa y sentenció, Sí, definitivamente está usted muerto, y lamento decirle que no, no se cayó de la escalera, sino que lo tiraron.

34?

No quiso celebrar su cumpleaños pero no pudo librarse de la dichosa cancioncita. Fijaos bien en ella... siempre consigue hacernos reír ;)

AQUÍ IBA EL VÍDEO DE ELENA CON SUS AMIGOS CELEBRANDO SU CUMPLEAÑOS Y SU FLAMANTE TÍTULO DE ENFERMERÍA. LA PROPIA ELENA HA PEDIDO QUE LO QUITE DE AQUÍ Y ASÍ LO HE HECHO. AL PARECER NO LE GUSTÓ EL VÍDEO, LO QUE PASABA EN ÉL, SUS GESTOS O QUE LE CANTÁRAMOS EL CUMPLEAÑOS FELIZ, NO SÉ EXACTAMENTE. ASÍ ES QUE YA NO PODRÉIS VERLO. LA VERDAD ES QUE ERA GRACIOSO A LA VEZ QUE ENTRAÑABLE, PERO HA SIDO EL DESEO EXPRESO DE ELENA QUE LO RETIRE Y YA SÓLO SERÁ UN SIMPLE RECUERDO.

Picor

Era algo inesperado. Me picaba la nariz. Siempre pensé que llegado este momento cosas así no sucederían. Cuánto creemos saber y luego nada de nada. Me rasqué. No sirvió. La silla era confortable, mullida, de un azul grisaceo que seguro tiene un nombre más rimbombante, como "antracita" o "cósmico". Las paredes, algo amarillentas, estaban desnudas. Sobre la mesita de cristal había desparramadas unas cuantas revistas desgastadas. En la sala éramos cuatro. El señor con bigote y corbata me sonaba de algo, leía una revista de motos. La señora mayor, casi anciana, daba cabezadas en la silla. Y un motero que ni siquiera se había despojado de su casco lleno de patrocinadores.

El electrónico sobre la puerta acristalada se encendió con un ligero parpadeo. Los cuatro levantamos la mirada en busca de la confirmación. El número 414 saltó en rojo. Era mi número. Miré el papelito que había sacado en la entrada. 414. Era mi turno. Me levanté y con un gesto mínimo me despedí del resto. El señor del bigote respondió levantando un poco su revista. La señora dormía. El motero se llevó la mano la visera.

Todavía me picaba la nariz. ¿Me picaría eternamente?
Abrí la puerta.